lunes, 7 de marzo de 2011

JORGE ABELARDO RAMOS O LAS ARMAS DE LA CRITICA



“¿Qué caeré? ¡Puede ser! Mas imponente
en mi mudo reproche , iré a la tumba :
nací roca enemiga del torrente,
¡tú sabrás si el torrente me derrumba!
Amado Nervo


JORGE ABELARDO RAMOS  O LAS ARMAS DE LA CRITICA

 


El 2 de octubre de 1994, fallecía en Buenos Aires Jorge Abelardo Ramos, el “Colorado” Ramos, y  no lo hacía en un momento “indiferente” de la Historia. El Muro de Berlín había caído, se había disuelto la Unión Soviética, México iniciaba una camino incierto pero novedoso con EE. UU. y Canadá en el NAFTA, el mundo se hacía unipolar y global, en nuestro país el Movimiento Peronista tenían un nuevo caudillo complejo e imprevisible -quizás a riesgo de esquematizar más parecido a Roca que a Perón-  y surgía con fuerza y potencialidades, el MERCOSUR.

Conociendo su profunda ligazón con el Movimiento Nacional Peronista y sus ideas latinoamericanistas podríamos decir que su muerte no pudo ser más inoportuna, sin embargo también pienso que el giro adoptado por la política  mundial, con la derrota del “socialismo” y de los “nacionalismos tercermundistas”, no fue justamente el marco que él imaginó durante toda su existencia de lucha por una sociedad  más justa, con una América Latina unida y soberana.

Así, sucede con la vida, infinitamente más compleja y rica que nuestros anhelos y en la que a menudo ciertas ideas suelen concretarse a medias y de manera diferente a la soñada. Desconozco y carece de importancia, al menos para estas líneas, si secretamente la nueva era que emergía  afectó tanto su razón de vida por aquellos días de 1994. Lo cierto es que los que  (como quien escribe estas líneas) descubrimos en sus escritos y sus actos una nueva forma de pensar el país, sin la pacatería, la trivialidad y la hipocresía de quienes en el fondo ansían la uniformidad de un pensamiento dócil, no podemos dejar de impulsar el reconocimiento que el luchador, el intelectual, el político, el profeta, el maestro, el escritor, el periodista, el militante de la causa nacional y latinoamericana se merece.
  No hablo aquí de los homenajes que ayudan a olvidar más rápido a los hombres y tanto se han usado en la historia. Me refiero a la importancia que tiene para las nuevas o las no tan nuevas generaciones, el conocimiento de su pensamiento, pues él nutrió la historia cercana de la Argentina y la América del Sur y en no poca medida con sus “armas de la crítica” influyó variadamente en políticos e intelectuales de los más disímiles orígenes, aunque no lo admitan públicamente.
  Con una prosa aguda, por momentos hiriente hacia el adversario, intransigente pero brillante y amena, la mayoría de las veces con un gran sentido del humor, desarrolló sus ideas con una pasión digna de los grandes polemistas de nuestra historia. Nunca le importaron las concesiones o los arreglos para con quienes juzgaba como adversarios o enemigos y por supuesto tampoco aquello de “vender” su pensamiento para hacerlo “digerible” a la prensa o al oficialismo. No es poca virtud, aunque en política, donde abundan los grises, y los términos medios, esto suele tener un alto costo. 
   Sé que la figura de Ramos fue mientras vivió por demás polémica y no será distinto luego de su desaparición, pero habiéndolo conocido no correspondería en esta nota otra cosa que tratar de hacer conocer lo que desde mi perspectiva fueron algunos de los aportes más importantes de su producción.
   Nacido a la política en el marxismo, asumió las ideas de Trotsky enfrentadas frontalmente con el stalinismo soviético, iniciando una demoledora crítica hacia lo que él mismo llamó la “izquierda oficial” argentina o la “izquierda liberal” o “la izquierda gorila”. Tempranamente inicia su intento por “nacionalizar” el marxismo y despojarlo de la estructura europeizada que los partidarios nativos del Partido Comunista, el Partido Socialista o el trotskysmo le daban.
            Con gran acidez  desnuda la hipocresía del  “progresismo” de izquierda de esos partidos y sus derivaciones, que el 6 de setiembre de 1930 colaboraron con el golpe de Uriburu,  que derrocó al presidente Hipólito Yrigoyen, y que luego en la llamada Década Infame avalaron como “oposición de su Majestad” el “fraude patriótico” de  Conservadores y  Radicales Antipersonalistas. En 1945 desconocieron a las masas trabajadoras que hicieron el 17 de octubre, llamándolas “hordas de desclasados” o “pequeños clanes con aspecto de murga” al mismo tiempo que hablaban con total liviandad del “nazi-fascismo-falangismo-peronismo”. Peor aún, junto a conservadores y radicales participarán de la llamada Revolución Libertadora, golpe de estado que el 16 de setiembre de 1955 derrocó el gobierno democrático del General Perón iniciando un período de odio y sangre entre argentinos que encontrará su cenit en los finales de la década del 70. 
Junto con Arturo Jauretche,  Rodolfo Puigróss, Juan José  Hernández Arregui, ayudó a grandes sectores de las clases medias estudiantiles o trabajadoras a entender y acercarse al peronismo que antes habían negado o combatido. Para ello llevó adelante una fuerte crítica al “coloniaje cultural” predominante en los países como el nuestro, sosteniendo sin miramientos, duras críticas a Borges por su anglomanía y no menos duras polémicas con Ernesto Sábato, quien sostenía que “el peronismo con su vulgaridad y sus excesos, era incompatible con el ‘universo platónico’ del intelectual.”  Ramos respondía sin concesiones: “Lo que era sin duda cierto, es que un escritor argentino no tenía otra posibilidad de desenvolverse en las redes de las editoriales, los diarios ‘serios’, la crítica respetada, las traducciones a idiomas extranjeros o las becas, si no aceptaba los prerrequisitos básicos del liberalismo oligárquico”.[1] A pesar de esta dureza no dejaba de reconocer las virtudes literarias de ambos adversarios porque entendía seguramente que estas polémicas y desencuentros escondían la búsqueda de la identidad nacional
Si bien sus ideas y libros influyeron decisivamente en la oleada de jóvenes que en la década del 70, provenientes de hogares antiperonistas o apolíticos, ingresaron a las filas del peronismo o apoyaron ese movimiento, desde la Izquierda Nacional por él fundada y expresada en el FIP (Frente de Izquierda Popular) luego MPL (Movimiento Patriótico de Liberación); fue sin embargo duro crítico de la teoría del “foquismo” enarbolada por el Che Guevara y Fidel Castro, así como de la guerrilla urbana que luego encabezaran el ERP de origen trotskysta o los Montoneros de origen peronista. Al mismo tiempo condenó a los sectores armados de la derecha encabezada por López Rega y se enfrentó a quienes el 24 de marzo de 1976 con el silencio cómplice de numerosos políticos civiles tomaron el control del país para someterlo a un baño de sangre y vaciamiento económico.
Su mayor mérito fue sin embargo su denodada lucha por la unidad latinoamericana. En 1949 escribió  “América Latina un país”, libro, que según el mismo dijo tenía numerosos errores pero un gran acierto la convicción que se debía rescatar el proyecto sanmartiniano y bolivariano de la unidad. En 1968 escribió su Historia de la Nación Latinoamericana, intento inédito y singular en nuestra Patria donde todavía hoy los estudiantes desconocen a Bolívar o a Manuel Ugarte, la historia de los países cercanos como Chile o Bolivia y  ni que hablar del Brasil, nuestro principal aliado mercosuriano.
Fue esta firme conciencia latinoamericana  la que le permitió el 2 de abril de 1982, abrazar la causa de Malvinas como lo hicieron los distintos países de América Latina (con pocas y calificadas excepciones) dejando de lado pequeñas especulaciones políticas.
Ya con el gobierno del Dr. Menem fue nombrado embajador en México con la oposición de los sectores más liberales y antiperonistas como Neustadt o Grondona. En su gestión intentó acercar lo que con la caída del muro de Berlín era imposible de concretar. El país azteca ya negociaba el NAFTA y un nuevo canciller argentino, Guido Di Tella iniciaba la ruptura total con Cuba, apurando “relaciones carnales” con EE.UU. y un alineamiento internacional con esta potencia, inédito en nuestra historia.
Ramos no aceptó tanto posmodernismo y nuevamente usó la crítica contra esta política aunque sin dejar de ver, al mismo tiempo, en el MERCOSUR, la posibilidad de una “refundación” de la América Latina.
Tanta originalidad y capacidad de crítica y polémica hace falta hoy donde muchos confunden la necesidad del consenso con el inmovilismo del pensamiento. En enero de 1968, precisamente aquí en Córdoba, provincia que supo querer y en la que vivió durante cierto tiempo, escribía como prólogo a la Historia de la Nación Latinoamericana: “Me adelanto a declarar que no ofrezco al lector una historia de América Latina, sino tan solo la crónica razonada de las luchas que nuestro pueblo libró para reunirse en una Nación. Es una historia de victoria y derrotas; pero es una historia inseparable. Me esforcé por repensar como “americanocéntrico” los episodios capitales de ese proceso y en emplear el método marxista desde aquí, contraponiéndolo a la versión sacro-marxista que tradicionalmente impuso Europa para interpretar América Latina. Es mi convicción profunda que se trata del único medio para desmomificar el pensamiento revolucionario y hacerle rendir su esencia. El lector juzgará por los resultados.”
No es fácil sintetizar el pensamiento vivo y contradictorio de quien ha sido un  contemporáneo nuestro. Seguramente cada uno de aquellos que lo conocieron tendrá su propia versión y visión del “Colorado” Ramos, pero más allá de ellas, no es legítimo olvidar como hoy se hace de hecho, a quien fue durante toda su vida con errores, aciertos, triunfos y derrotas un incansable luchador por la Patria Grande justa, libre y soberana. Él, como Martín Fierro pudo decir:

                                               “siempre corta por lo blando
                                              el que busca lo siguro;
                                              más yo corto por lo duro,
                                              y ansí he de seguir cortando”


Córdoba, octubre de 1999.-


Enzo Alberto Regali


[1] Jorge Abelardo Ramos, Revolución y Contrarrevolución en la Argentina, Ed. Plud Ultra 1965 pag. 647.

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